Sólo yo sabía que eran dos, tan idénticas como reservadas. Si aplicaba el ojo a la mirilla hacia las once de la noche veía regresar a su apartamento a la más recatada de las gemelas. Un par de horas después salía la otra, que a juzgar por su atuendo habitualmente escaso debía ganarse la vida en algún club más o menos licencioso.
Y entre las once y la una ...
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