La primera vez que vieron al artista, Asunción y Carlos paseaban –los dedos entrelazados, los relojes en la mesilla del apartamento- por la avenida marítima. Era jueves de mercadillo en la pequeña población turística, y a duras penas conseguían avanzar entre el gentío. El pintor exponía sus dibujos entre un puesto de venta de charcutería local y otro de ropa interior femenina, lo que confería a sus paisajes y retratos un cierto aire de producto perecedero y descontextualizado.
Fue Asunción quien...
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